jueves, 31 de enero de 2019

CUANDO LA HERENCIA NO ES SENTENCIA. RICARDO OROZCO




Gorse: Cuando la herencia no es sentencia. La nueva religión

Por Ricardo Orozco © 2016
Me llama mucho la atención el cómo en las últimas décadas la medicina ortodoxa ha evolucionado hacia un determinismo muy agresivo y prepotente. Así, los diagnósticos de pre-enfermedad causan estragos en la mente (y en la vida) de muchas personas. Palabras como <genético> o <hereditario>, o frases como <a causa de sus antecedentes familiares tiene una gran probabilidad de tener cáncer de…> generan verdaderas catástrofes en gente con rasgos Cerato, en individuos que conceden un gran poder a las "profecías" del médico.
Para mí, esto dista mucho de una verdadera Medicina preventiva, acercándola paradójicamente a lo que se entiende por pseudociencia, término que parecía creado solo para los practicantes de las terapias naturales. Constato que en muchas ocasiones, cuando se habla de genética se calla sobre epigenética, y todo esto sin salir del paradigma científico.
Aunque sepamos que la herencia no es sentencia, en el subconsciente de mucha gente los vaticinios del médico sí lo son… Como si para nada importase la actitud y las circunstancias de cada persona, sus objetivos y motivaciones en la vida, su grado de inteligencia emocional… De esta forma los diagnósticos médicos adquieren una función casi profética, siendo más que probablemente traducidos por la mente en dictados, en documentos inalterables como <no puedo hacer nada contra el destino, contra lo que me ha tocado>, o aún peor: <de esta no salgo>.
Es más que probable que en nuestro inconsciente colectivo el médico haya suplantado en gran medida al hechicero de la tribu o al oráculo más arquetípico. Cuando muchas mentes se encuentran ante los diagnósticos "altamente probabilísticos" de pre-enfermedad, la traducción inmediata es <voy a tener esta enfermedad>, y es muy probable que la profecía empiece a cumplirse en ese mismo momento, por una simple cuestión de coherencia.
En cualquier caso, pienso que el poder que nuestra cultura ha concedido al médico es desproporcionado. De hecho, la propia Medicina Científica actual se ha convertido, sin saberlo, en una religión integrista, en un dogma incuestionable contra el que no se puede decir ni hacer nada sin el riesgo de ser anatemizado o perseguido como si de los antiguos herejes se tratase… Aunque lo más moderno (¡menos mal!) no es la eliminación física, sino la ridiculización o incluso el ser ignorado, como ocurre con el premio nobel de medicina Luc Montagnier y sus trabajos sobre la memoria del agua.
Es muy curioso e inquietante el ver cómo otros paradigmas, por ejemplo un sistema político, se pueden cuestionar o incluso cambiar, aunque solo sea hasta un cierto punto. En cambio, los dogmas de la Medicina Científica oficial son incuestionables, son La Verdad.
Sobre los dogmas de fe que sostienen la actual Medicina, los intereses económicos que giran en torno a ellos, el poder de los laboratorios, el origen de la información que los médicos reciben, la objetividad de muchos estudios científicos, etc., habría mucho que hablar, como sobre cualquier religión oficial, pero no es el objetivo de este artículo el hacerlo sino el plantear lo que como terapeutas florales podemos hacer.
¿Pero podemos realmente hacer algo? Primeramente, no se puede comparar la influencia que ejercemos ante la opinión pública, con la que tiene el sistema sanitario oficial. Ellos cuentan con el control y el apoyo incondicional de los medios de comunicación y con una formidable legión de inquisidores científicos profesionales. Además, ocurre que la enorme mayoría de la población ha decidido poner su salud en manos del mencionado sistema y cumplir fielmente los preceptos "religiosos" que de él dimanan.
Nuestra función como terapeutas florales para nada es la de sembrar la duda en los consultantes, sino apoyarlos y acompañarlos en sus decisiones, independientemente de nuestras ideas. Contamos para ello con la colaboración de un poderoso ayudante: Gorse, la flor de la claudicación, de la resignación, del tirar la toalla…
Recomiendo de entrada dar Gorse a quien se encuentre prisionero del diagnóstico "profético" antes mencionado, e incluso me parece muy buena idea añadir Walnut como protector y cortador de influencias negativas en el plano de lo mental.
También en la práctica sugiero prescribir Gorse en el diagnóstico de enfermedades con "mala prensa", como cáncer, esclerosis múltiple, SIDA y otras que, aunque no sean mortales, tengan, desde la perspectiva de la alopatía un halo de incurabilidad, como por ejemplo la fibromialgia.
Puede que como terapeutas no podamos hacer demasiado contra toda la industria de la desesperanza y la claudicación individual ante la posible enfermedad, pero la luminosidad solar de Gorse y su tallo armado, nos hablan de lucha ante la adversidad, de navegar en la tormenta y de convertirnos, parafraseando al Dr. Bach, en capitanes de nuestro propio barco.





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