Gorse: Cuando la herencia no es sentencia. La nueva religión
Por
Ricardo Orozco © 2016
Me
llama mucho la atención el cómo en las últimas décadas la
medicina ortodoxa ha evolucionado hacia un determinismo muy agresivo
y prepotente. Así, los diagnósticos de pre-enfermedad causan
estragos en la mente (y en la vida) de muchas personas. Palabras como
<genético> o <hereditario>, o frases como <a causa de
sus antecedentes familiares tiene una gran probabilidad de tener
cáncer de…> generan verdaderas catástrofes en gente con rasgos
Cerato, en individuos que conceden un gran poder a las "profecías"
del médico.
Para
mí, esto dista mucho de una verdadera Medicina preventiva,
acercándola paradójicamente a lo que se entiende por pseudociencia,
término que parecía creado solo para los practicantes de las
terapias naturales. Constato que en muchas ocasiones, cuando se habla
de genética se calla sobre epigenética, y todo esto sin salir del
paradigma científico.
Aunque
sepamos que la herencia no es sentencia, en el subconsciente de mucha
gente los vaticinios del médico sí lo son… Como si para nada
importase la actitud y las circunstancias de cada persona, sus
objetivos y motivaciones en la vida, su grado de inteligencia
emocional… De esta forma los diagnósticos médicos adquieren una
función casi profética, siendo más que probablemente traducidos
por la mente en dictados, en documentos inalterables como <no
puedo hacer nada contra el destino, contra lo que me ha tocado>, o
aún peor: <de esta no salgo>.
Es
más que probable que en nuestro inconsciente colectivo el médico
haya suplantado en gran medida al hechicero de la tribu o al oráculo
más arquetípico. Cuando muchas mentes se encuentran ante los
diagnósticos "altamente probabilísticos" de
pre-enfermedad, la traducción inmediata es <voy a tener esta
enfermedad>, y es muy probable que la profecía empiece a
cumplirse en ese mismo momento, por una simple cuestión de
coherencia.
En
cualquier caso, pienso que el poder que nuestra cultura ha concedido
al médico es desproporcionado. De hecho, la propia Medicina
Científica actual se ha convertido, sin saberlo, en una religión
integrista, en un dogma incuestionable contra el que no se puede
decir ni hacer nada sin el riesgo de ser anatemizado o perseguido
como si de los antiguos herejes se tratase… Aunque lo más moderno
(¡menos mal!) no es la eliminación física, sino la ridiculización
o incluso el ser ignorado, como ocurre con el premio nobel de
medicina Luc Montagnier y sus trabajos sobre la memoria del agua.
Es
muy curioso e inquietante el ver cómo otros paradigmas, por ejemplo
un sistema político, se pueden cuestionar o incluso cambiar, aunque
solo sea hasta un cierto punto. En cambio, los dogmas de la Medicina
Científica oficial son incuestionables, son La Verdad.
Sobre
los dogmas de fe que sostienen la actual Medicina, los intereses
económicos que giran en torno a ellos, el poder de los laboratorios,
el origen de la información que los médicos reciben, la objetividad
de muchos estudios científicos, etc., habría mucho que hablar, como
sobre cualquier religión oficial, pero no es el objetivo de este
artículo el hacerlo sino el plantear lo que como terapeutas florales
podemos hacer.
¿Pero podemos realmente hacer algo? Primeramente, no se puede comparar la influencia que ejercemos ante la opinión pública, con la que tiene el sistema sanitario oficial. Ellos cuentan con el control y el apoyo incondicional de los medios de comunicación y con una formidable legión de inquisidores científicos profesionales. Además, ocurre que la enorme mayoría de la población ha decidido poner su salud en manos del mencionado sistema y cumplir fielmente los preceptos "religiosos" que de él dimanan.
¿Pero podemos realmente hacer algo? Primeramente, no se puede comparar la influencia que ejercemos ante la opinión pública, con la que tiene el sistema sanitario oficial. Ellos cuentan con el control y el apoyo incondicional de los medios de comunicación y con una formidable legión de inquisidores científicos profesionales. Además, ocurre que la enorme mayoría de la población ha decidido poner su salud en manos del mencionado sistema y cumplir fielmente los preceptos "religiosos" que de él dimanan.
Nuestra
función como terapeutas florales para nada es la de sembrar la duda
en los consultantes, sino apoyarlos y acompañarlos en sus
decisiones, independientemente de nuestras ideas. Contamos para ello
con la colaboración de un poderoso ayudante: Gorse, la flor de la
claudicación, de la resignación, del tirar la toalla…
Recomiendo
de entrada dar Gorse a quien se encuentre prisionero del diagnóstico
"profético" antes mencionado, e incluso me parece muy
buena idea añadir Walnut como protector y cortador de influencias
negativas en el plano de lo mental.
También en la práctica sugiero prescribir Gorse en el diagnóstico de enfermedades con "mala prensa", como cáncer, esclerosis múltiple, SIDA y otras que, aunque no sean mortales, tengan, desde la perspectiva de la alopatía un halo de incurabilidad, como por ejemplo la fibromialgia.
También en la práctica sugiero prescribir Gorse en el diagnóstico de enfermedades con "mala prensa", como cáncer, esclerosis múltiple, SIDA y otras que, aunque no sean mortales, tengan, desde la perspectiva de la alopatía un halo de incurabilidad, como por ejemplo la fibromialgia.
Puede
que como terapeutas no podamos hacer demasiado contra toda la
industria de la desesperanza y la claudicación individual ante la
posible enfermedad, pero la luminosidad solar de Gorse y su tallo
armado, nos hablan de lucha ante la adversidad, de navegar en la
tormenta y de convertirnos, parafraseando al Dr. Bach, en capitanes
de nuestro propio barco.
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