La esencia de los doce sanadores
proporciona la resonancia positiva con
la virtud de ahondar en dicho trauma y al proyectar la luz de la conciencia y
la intención sobre él, empezar a sanarlo. Raíces y rizomas soportan su ser
visible, consciente, así como las partes ocultas permiten enriquecer nuestras
partes visibles y nos invitan a la búsqueda de la virtud para encontrar la
anhelada paz.
Comenzamos por:
Impatiens: el vació existencial de
este ser (señalado por lo vació del tallo) lo empuja a la acción para tratar de
llenarlo, para acallar la ansiedad, lo que genera una aceleración e impaciencia,
creyendo que no podrá completar su misión en la vida antes de no ser. En este
caso el trauma no es un hecho concreto sino un estado con el que se nace. El
empezar cosas continuamente y aceleradamente deriva de su gran energía y su
miedo a la no existencia (por eso la planta tiene ese ritmo alocado en su
crecimiento, antes de que llegue la fría muerte invernal). Impatiens debe
trabajar la indulgencia, la capacidad de aceptar al otro con sus propios ritmos
vitales, tan distintos del que necesita llevar ella para que su vida tenga
sentido.
Extraído del libro “Cuaderno botánico
de flores de Bach”.
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