Los 12 sanadores de Bach y la No Dualidad
Cuando miramos en nuestro interior solemos ver, con mucha facilidad, aquellos rasgos de nuestro carácter que no nos gustan, formas de ser que a veces nos crean problemas en nuestras relaciones con las demás personas y con el mundo.
De hecho, si hiciéramos un listado de características nuestras, tanto de las que nos gustan, como de las que nos disgustan, con casi absoluta seguridad nos serían mucho más fácil trazar los aspectos negativos y necesitaríamos mucho más tiempo para encontrar nuestras positividades.
Somos seres que vivimos inmersos en una comparación constante con los demás, en la que habitualmente solemos salir perdedores (eso es evidentemente un estado Larch que compartimos gran parte de los humanos). Siempre vemos aquello que nos falta, nuestros errores, defectos y carencias. Nos solemos someter a un fuerte escrutinio en nuestro interior, pero por desgracia nunca se trata de una mirada ecuánime. Una mirada perfeccionista e intolerante con nosotros mismos y, como no podría ser de otro modo, también con los demás.
Pero inmersos en la dualidad olvidamos que existe otra manera de ver el mundo y en concreto de ver a las personalidades bachianas.
Veamos un ejemplo. Iniciemos con Impatiens. Personas veloces en sus ajetreadas vidas, que se aceleran por momentos y se precipitan en sus proyectos. Personas con gran energía que desdeñan el pasado en pos de un futuro inmediato lleno de proyectos inconclusos o terminados antes de tiempo. Personas con un tiempo limitado para hacer las cosas y limitadas por el tiempo, que es un factor problemático para ellas.
Estas personas viven su vida ansiosamente, con prisa, con poca conexión íntima con los demás, para los que no suelen tener tiempo. Parece que no pueden parar su rápido movimiento y que están atrapados en un bucle del que les cuesta salir.
Esas son las características negativas de la personalidad, aquello que estamos acostumbrados a ver y a tratar los terapeutas. Pero miremos por un momento a la planta en la que se sustenta esta definición de personalidad, la Impatiens (Impatiens glandulifera). Ella, en su forma de crecer, manifiesta velocidad y aceleración crecientes y eso es así porque en su lugar de origen en el Himalaya tiene que germinar y crecer muy rápido para “tener tiempo” de generar semillas antes de que empiecen las primeras heladas de otoño, que matan la planta rápidamente. Ella, que manifiesta tanta aceleración, también dispone de unas flores de las que elaboramos su esencia que ayuda a calmar esa ansiedad veloz, esa personalidad acelerada.
Y he aquí lo interesante. A pesar que estemos en un mundo de dualidad, en la planta podemos apreciar tanto la aceleración como la calma. Reunidos ambos aspectos en una unidad equilibrada. La esencia, lo que hace al tomarla, es ayudarnos a conectar con esa virtud, que nos llevará también al equilibrio al unificar ambos aspectos en nuestro interior.
Vamos a profundizar un poquito más todavía. La personalidad Impatiens y también todas las demás personalidades, son unidades que se fragmentan por la tendencia del ego a ver solo lo defectuoso y mantenernos anclados en el defecto como una forma de mantenernos sometidos a la ilusión del error y de la culpabilidad.
Las personalidades Impatiens tienen también muchos dones, como el de la capacidad para iniciar nuevos proyectos y disponer la energía e ilusión para empezarlos. Son capaces de centrarse en un objetivo intensamente y gastar esa energía extra que es necesaria y que no todo el mundo tiene, para iniciar cosas nuevas.
El defecto de Impatiens es que tiene un exceso de su propio don y se precipita con una abundante energía de Impulso. Ese exceso de energía de impuso deviene defecto, al que llamamos Impulsividad. Pero tanto lo uno como lo otro, están en su interior. Cuando nos centramos en su defecto, aunque el objetivo sea recuperar la virtud, damos peso y fuerza a dicho defecto. Gracias a que Bach encontró las virtudes en las que centrarnos a través de sus esencias, tenemos luz para iluminar la oscuridad a la que el ego nos somete.
Nosotros, como terapeutas, deberíamos ayudar al paciente a que se diera cuenta de la virtud que lo acompaña y a que vea que la impulsividad (en este caso en concreto de Impatiens) es solo la otra cara de la misma moneda. Una moneda que tiene muchos dones también. Es necesario que lo ayudemos a que valore lo que es como ser integral y que se centre en los dones que acompañan su forma de ser. Virtud y defecto se acompañan mutuamente. No podemos separar una cara de la moneda de la otra, como no podemos separar los dones de los defectos que se expresan por un abuso mal entendido de los primeros.
Cada tipo de personalidad crece en el marco de un principio universal que se expresa en todo el cosmos, a este principio yo le llamo Principio Cósmico. En el caso de Impatiens dicho principio se llama Impulso, el impulso se da en todo el universo. Es aquella energía especial y mayor que se necesita para iniciar cosas nuevas, desde crear un nuevo proyecto hasta empujar el coche que no arranca, al inicio necesitamos más energía para iniciarlo o moverlo y superar la inercia que es otro principio que tiende a hacer que las cosas no varíen.
Como Impatiens ha crecido con la influencia de este principio y le gusta y tiene la energía para iniciar cosas nuevas, tendrá la tendencia a seguir haciendo lo que le dicta su principio, pero si solo es capaz de hacer cosas nuevas pero en cambio le cuesta la constancia de mantenerlas una vez iniciadas, entrará en la fase de impulsividad. Cruzará a la otra cara de su misma moneda. Y va a escuchar que las personas de su entorno se van a centrar en su tendencia negativa, olvidando el gran don que la acompaña. Impatiens, por sus propias experiencias y por los mensajes de los demás se va a ver en desequilibrio y cuanto más se centre en dicho desequilibrio, en su defecto, aunque sea con la intención de cambiarlo, más fortaleza le dará y más difícil le será cambiar a la virtud que tiene en su interior.
Acompañar la toma de esencias con esta mirada no dualista le permitirá entender que no hay nada malo en él. Tiene que entender como es como ser completo y centrarse en la virtud que despejará al defecto sin negarlo. La moneda puede estar en la cara de la virtud o en la del defecto, pero no en las dos a la vez. Si le ayudamos a centrarse en la virtud con las esencias y el acompañamiento, no se podrá centrar en el defecto. En la moneda siempre estarán las dos caras pero vivirá conforme a la cara en la que se centre su atención y energía.
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Obtenido de Jordi Cañellas un investigador y creador de flores de Bach